El aumento de la temperatura media global está ya en 1,1º C respecto a los niveles preindustriales y el ritmo de dicho calentamiento no tiene precedentes en los últimos 2.000 años. Los informes del panel de expertos de la ONU (IPCC) son claros y alarmantes. Las consecuencias ya son palpables: los fenómenos meteorológicos extremos, como danas, tormentas y huracanes; olas de calor más intensas, duraderas y frecuentes que nunca antes, mega-incendios, sequías. Esos impactos provocan a su vez daños económicos y sociales, que serán cada vez más graves, como daños en las cosechas y en la producción alimentaria o riesgos en la salud.

El Secretario General de la ONU ha propuesto seis acciones positivas para el clima que los gobiernos deben tomar una vez que comiencen a reconstruir sus economías y sociedades tras la COVID-19:
- Transición verde: las inversiones deben acelerar la descarbonización de todos los aspectos de nuestra economía.
- Empleos verdes y crecimiento sostenible e integrador
- Economía verde: hacer que las sociedades y las personas sean más resilientes mediante una transición que sea justa para todos y que no deje a nadie atrás.
- Invertir en soluciones sostenibles: los subsidios a los combustibles fósiles deben terminar y los contaminadores deben pagar por su contaminación.
- Hacer frente a todos los riesgos climáticos
- Cooperación: ningún país puede triunfar solo
La 26 cumbre del Clima, “COP 26” se ha celebrado recientemente, el pasado Noviembre de 2021 en Glasgow, Escocia. No se ha conseguido que los líderes mundiales pacten las soluciones globales urgentes que hacen falta frente al cambio climático.
Tras dos semanas de negociaciones, la resolución final pierde todo el carácter vinculante que se exigía de este acuerdo. Son todo invitaciones, recomendaciones y ruegos.
Lo que se han conseguido son reconocimientos del problema, se acepta la emergencia climática y recoge las últimas conclusiones del IPCC donde se expone la necesidad de reducir en al menos un 45% las emisiones globales para 2030, instando a los países a aumentar sus compromisos y no superar la meta del 1,5º C fijada en el Acuerdo de París. Pero el problema es que a ese reconocimiento no se le ha dado soluciones, nada es vinculante, papel mojado se diría coloquialmente.
Por primera vez se hace mención explícita a abandonar la subvención a los combustibles fósiles aunque la redacción del párrafo ha pasado de contemplar una firme “eliminación” a una mera “reducción gradual” del uso del carbón “no mejorado” y de las subvenciones a los combustibles fósiles “ineficientes”.
En relación al Artículo 6 del Acuerdo de París que regula lo relativo a los mercados de carbono y que hasta la fecha tenía lagunas como la doble contabilidad se ha conseguido poner punto y final a las triquiñuelas en este sentido e introducir los antiguos créditos del Protocolo de Kyoto.
Los fondos para financiar los impactos catastróficos del cambio climático, así como los de adaptación, apenas han logrado acuerdos. Los países con mayor responsabilidad en la crisis climática siguen sin aportar la financiación necesaria.
Los pactos entre Estados y otros actores en materia de metano, deforestación, carbón, automóviles o agricultura, quedan como firmes declaraciones de intenciones sin vinculación jurídica. Gran parte de los mismos no han sido ratificados por los principales países responsables de estos efectos nocivos como es el caso de China, Rusia o India, por ejemplo, en el pacto para reducir las emisiones de metano a un mínimo de un 30% en 2030, o el referido a la venta exclusiva de vehículos cero emisiones entre 2035 y 2040. Este último engloba solo al 17% del mercado automovilístico mundial. Estados Unidos, China, Japón y España se quedan fuera.
En frente de los líderes, se ha producido una cumple paralela, la de la gente, la popular, la de los pueblos, las manifestaciones y las marchas. Unas 200.000 personas en Glasgow y muchas más en todo el mundo han demandado en las calles que se tomen en serio las advertencias de la comunidad científica. Somos las sociedades civiles las que debemos seguir presionando a los gobiernos para que aumenten su ambición climática. Hay pequeños logros, pero queda mucho por hacer, desde luego con meras recomendaciones y sin pactos vinculantes los gobiernos muestran que son capaces de reconocer que existe la emergencia climática pero son incapaces de llegar a acuerdos para combatirla, y sin la cooperación global no es posible combatir el cambio climático ¿de qué serviría que unos pocos países tomen medidas adecuadas si el resto del planeta no toma medidas?. La ponderación entre poder económico, industrial y político y el cambio climático está sobre la mesa, por ahora en favor del primero.